Nos Parecemos a Nosotros Mismos

Cada vez nos parecemos más a nosotros mismos.-Beatriz pensaba mientras repasaba la conversación que acababa de tener con un amigo de la infancia. Parecía que nada había cambiado como si se hubiesen visto ayer. Alberto guardaba la misma humildad e ingenuidad de sus años primeros y a ella le parecía muy refrescante. Y no es que la vida no le haya golpeado, por supuesto que si, como a cualquiera. Pero de alguna manera se las había arreglado para mantenerse intacto.

Beatriz comparó la historia de Alberto con la de Aracelis otra antigua amiga. Aquella jovencita dulce y cariñosa con voz de encanto que conoció saliendo de escuela superior. Aracelis era pura alegría por doquier y todos buscaban su compañía. Era ingenua, bondadosa, candorosa. Se casó muy enamorada con el hombre de su vida y por muchos años tuvo un matrimonio ejemplar hasta que se acabó. Cuando su esposo la abandonó ella desapareció con el. Su esencia se evaporó. No era ella más. Se lleno de rencor y ya no confió en nadie. Y no es que su reacción no fuera comprensible pero en su dolor se perdió.

Entonces tenemos a dos clases de personas-concluyó- los intactos y los perdidos. Los perdidos que dejan su esencia en el camino, que se amargan, que se llenan de sentimientos vanos que no les lleva a nada sino a una calle sin salida. Y los intactos; aquellos que no cambiamos no importan los embates de la vida. Los que conservamos nuestra esencia y cada vez nos parecemos más a nosotros mismos.

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