Asylum

¿Cómo llegué a este lugar? Todavía no lo sé. Lo que tengo son vagos recuerdos, como en ensueño. Algo así como entre dormida y despierta. Lo que sí es que no tengo idea de la fecha, desde cuándo estoy aquí y por qué. Digamos así. En un momento tenía agarrado un cuchillo en contra de mi muñeca aunque desistí de hacerme daño. Después de todo soy muy cobarde y me aterra la sangre. Recuerdo que poco a poco subí las escaleras y a rastras me metí dentro de las sábanas y no comí no se por cuántos días. Entonces escuché una ambulancia y apenas miré por la ventana, sin levantarme claro de la cama supe que venían por mi. En menos de un segundo, mi habitación estaba invadida de personas con uniforme. Una mujer policía y otros creo que de urgencias médicas. La mujer de uniforme la recuerdo bien porque fue imponente. Dijo que tenía que ir con ella. Apenas un hilo de voz salió de mi garganta para protestar.

—¿Por qué? — dije —. ¿No se supone que si voy sea voluntariamente?

—No. No tiene opción. Tiene que acompañarme.

Me levanté llorando. Rabiosa. Pancho, había sido Pancho quien los había llamado. Antes de subir las escaleras me había peleado con él. No recuerdo por qué. Más tarde me dijo que le había empujado. Esa parte no la recuerdo. La mujer policía se quedó vigilando en la puerta del baño esperando a que me vistiera y supongo a que no me escapara. Esa parte la añade mi mente detectivesca porque mi baño no tiene ventana ni puerta adicional ni por donde tenga yo como salir excepto la puerta por donde estaba la mujer policía. Tampoco sé por qué ella me repetía que yo estaba haciendo lo correcto. Lo decía una y otra vez y yo no sabía si me lo decía a mi o si se lo decía ella misma. Lo cierto es que yo andaba detrás de ella como autómata. En el trayecto de la habitación hacia la escalera y luego de la escalera hacia abajo estaban todos los hombres con uniforme que me miraban de diferente manera. O me lo imagino yo. Unos me miraban con lástima. Otros me miraban indiferente. Otros como si yo fuera una estúpida que no tenía otra cosa que hacer más que tenerme pena a mí misma. Sé que escuchaba la voz de Pancho preguntando si seguía la patrulla y yo gritaba que no quería verlo. Estaba furiosa. ¿Cómo me hacía esto a mí? Me llevaron a la calle y me sentaron en el asiento de atrás de la patrulla. Miré para todos los lados para ver si algún vecino me veía. Todo parecía nublado. Y la mujer policía seguía repitiendo —Estas haciendo lo correcto—.

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