Un día me miré en el espejo y unas enormes tetas salían de mi pecho. «¿Cuándo llegaron aquí? ¿Para qué me sirven? Me siento desfigurada», pensaba, mientras escrutaba mi cuerpo. Busqué en el cajón una camisa ancha, para que no se me notaran. Comencé a caminar jorobada, con el pecho hacia adentro con el fin de esconderlas. Aún así, los compañeros del colegio me miraban, comentaban y se reían a mi paso. A mis amigas les parecía un lujo. Muchas se ponían papel higiénico para aparentar que tenían, pero a mi esas inmensas protuberancias me molestaban.
—Marion —llamó el maestro de educación física—. Ven aquí. Quiero que saltes la soga. Anda, ven. Hazlo más —repetía, mientras sus ojos adquirían un color rojo vidrioso. Me sentía incómoda pues no quitaba sus ojos de mis tetas.
En esa época me daban unos dolores de cabeza terribles. Mamá decía que era el resultado del estudio que me hicieron cuando me tomé las pastillas. Aunque no sabía si creerle. Había pasado mucho tiempo. Yo pensaba que eran las pesadillas. Soñaba muchas veces que corría por un largo pasillo pero no llegaba a ninguna parte. Una voz me preguntaba, —Marion, ¿de dónde vienes? —. Entonces despertaba asustada y sudorosa. Alguna vez se las conté a papá, pero él dijo que eso eran solo malos sueños. Aunque luego le escuché comentarle a mamá preocupado.
—¿Crees que ella recuerde algo? —preguntaba.
—No creo —respondió ella—. Estaba muy chica.
Una tarde en que salía más tarde que de costumbre de las duchas del colegio me encontré con el profesor. Sus ojos tenían el mismo color rojo vidrioso de cuando me pedía que brincara la soga.
—¿Qué pasó que te retrasaste? —preguntó.
—Se me había quedado la ropa limpia en el casillero y tuve que volver a buscarla —contesté.
Tenía frío. Noté que miraba fijamente mis pezones que estaban erectos. Tenía el pelo mojado y se me había humedecido la camisa justo encima de ellos. Él se acercó. Sentí cerca de mí su respiración agitada. Vi un bulto en su pantalón. Entonces sentí las mismas cosquillas que sentía cuando Tomi me tocaba. Me quedé muy quieta esperando que me tocara. Como no me moví, él metió su mano adentro de mi camisa, subiendo lentamente hasta mi pecho, agarrando mi pezón con los dedos. Los latidos de mi corazón aumentaron. Creo que esperó para ver que hacía. Como no hice nada, subió la camisa y comenzó a lamerme los pechos, pegándome a la pared. Chupaba y me mordía los pezones. Sentía que su barba me abrasaba la piel. Con mi muslo se frotaba el bulto de su entrepierna hasta que lo escuché gemir. Poco a poco sus jadeos se hicieron más lentos. Hasta que volvió a mirarme con sus ojos rojo vidriosos.
—No puedes decir nada de lo que pasó. Es un secreto —advirtió en voz baja—. Vete. No pueden vernos juntos —dijo y me dejó ir como a un animalito atrapado.
Y no dijo nada Marion , viejo abusador.
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Jajaja… ¿Qué te hace pensar que era viejo?
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Los profesores siempre son mayores, por algo han estudiado entre cinco años más práctica profesional antes de trabajar directamente.
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De educación física? 25 años en Estados Unidos, puede encontrar facilmente a ese nivel. Recuerda que Marion tiene doce o trece años. El caso es que ella es una niña hambrienta de amor. Por eso no dice nada.
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Ves, la diferencia me hace pensar en un abusador.
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Lo es. Está prohibido. Un maestro por joven que sea, pierde su licencia si tiene relaciones con un estudiante menor de edad. Estás en lo cierto.
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La progresión de Marion es dura, da más amor que recibe, pero promete que su historia va ha ser interesante.
Después de haberme puesto al día espero la continuación.
Un beso.
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A ti, EFE. Gracias por ponerte al día.
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Pobre Marion… lei la parte VI y fue imposible no ir al principio y volver a leer hasta llegar al VI.
ya con ganas de leer la siguiente parte. un abrazo
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Muchas gracias. Es un honor que hayas pasado por mi casita y que te quedes. Un abrazo.
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Abuso si… Y marion con las hormonas locas
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Exacto…
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Madre mía…
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🙂
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Pobre Marion…
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Sí, pobre niña.
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El tema es grave, aquí se pierde ese tono algo gracioso que he visto en las partes posteriores. Ella es menor y él abusa de su posición, ya da igual que tenga 25 o que sea un viejo. Encima la amenaza y ella tiene que callar. Vaya tela, y esto tiene que ser el pan de cada día…
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Es muy grave. Tal y como lo ves. Y como dices, el pan de cada día.
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No esperaba un giro así… me sorprendes sin previo aviso, y me dejas sin palabras…
no es justo lo le pasa a Marion..
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Qué bien que no lo esperabas. Besos.
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No, y es excelente. en el momento justo, me parece! un abrazo enorme Melbag
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A ti, Carlos.
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