Marion, ¿de dónde vienes? VII

Fue así como me convertí en la novia de Alfredo, mi maestro de educación física. Él me ponía chocolates en la mochila sin que me diera cuenta y cuando los encontraba me hacía un guiño. Me sentía contenta con sus atenciones. En las tardes me retrasaba en las duchas para quedarme un rato con él. Me gustaba que me tocara. Que me hiciera sentir cosquillas entre las piernas cuando me rozaba con los dedos. Al principio me tocaba muy suave, hasta que estaba mojada. Me hablaba al oído, preguntando si me gustaba. Yo le decía que si, casi sin poder. Poco a poco iba acelerando, haciéndolo más rápido hasta que yo sentía que me desmayaba de gusto. Por supuesto que no podía contarle a nadie. Ni a mis amigas.

Para los hombres todo era un secreto. Papá no quería que le dijera a nadie que me había tomado las pastillas. Según él, nadie iba a entender. Lo mismo decía Alfredo. Nadie nos iba a entender. Me fui acostumbrando a guardar secretos. Tampoco me importaba que nadie entendiera.

Todo el mundo estaba feliz. Yo tenía buenas notas. Desde que estaba enamorada no faltaba a clase. Tenía una buena razón para ir todos los días. Mis amigas resentían que ya no las frecuentaba tanto, pero es que en el mundo de los secretos no hay cabida para las amigas. Eso sí, sentía la necesidad de estar más con Alfredo. Él me explicaba que era peligroso, que podía perder su trabajo, aunque me prometió que cuando cumpliera mis quince años me iba a hacer un gran regalo. Contaba los meses para que eso sucediera.

Mis padres me hablaron de la fiesta que me pensaban hacer para mis quince. Me preguntaron que a cuáles amigas escogería para ser mis damas. Me llevaron a escoger el vestido. Fuimos a ver el local e hicimos la reservación. No podía negarlo, estaba entusiasmada por la fiesta, pero nada era más importante para mí que el regalo que esperaba de Alfredo.

—¿Crees que puedas escaparte un día? —preguntó una tarde que estábamos juntos cerca de las duchas.

—Creo que sí —contesté—. ¿Por qué?

—Ya es el momento de que te de tu regalo —dijo.

Acordamos encontrarnos el sábado en el centro comercial. Le pedí permiso a mamá y dije que me encontraría con un grupo de amigas para hacer unas compras. Esa mañana, mi corazón latía más fuerte que nunca por la excitación. Me puse muy bonita con un vestido de flores rosadas. Me dejé el pelo suelto. Alfredo me recogió a las once de la mañana. Se veía diferente afuera de la escuela, hasta más joven. Salimos de la ciudad hacia el campo. Estuvimos viajando como cuarenta minutos cuando se salió de la carretera por un caminito que nos llevó hacia unas pequeñas cabañas.

—Ven, Marion —dijo mientras me abría la puerta del coche—. Hoy te voy a hacer mujer.

21 comentarios en “Marion, ¿de dónde vienes? VII

    • melbag123 dijo:

      Estos casos son muy difíciles. Se veían mucho en las cortes. Incluso casos de incestos. Y si hablo mucho del placer que ella sentía, es porque eso es lo difícil. Que las niñas sienten placer y por eso no lo reportan. Porque les gusta y sienten verguenza. Luego también se enamoran. Y es todo un rollo. Y los hombres se enamoran de ellas también. Hace como dos meses arrestaron donde vivo a un vice-principal de la escuela con una niña de doce. Los padres se dieron cuenta y lo agarraron en el acto con la niña. Y ella, loca de amor por él y vice-versa. Si pensamos en las épocas de Maria Castaña las niñas se casaban con hombres hechos y derechos. Las cosas han cambiado. Bueno. Lo correcto es lo correcto. Ningún hombre o mujer en posición de poder debe aprovecharse de ello. Y punto.

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