Plutón.17

Adio y Ebo decidieron entrar desde la nave por la casilla de teletransportación. Se encontraron de frente con los soldados del Prefarek quienes aseguraban la integridad de los generales. Los militares los rodearon apuntándoles con sus armas. Ellos no sabían que las tropas de Plutón y sus aliados se habían entrenado en las milenarias artes marciales. Los generales habían descartado estas prácticas hacía varios siglos porque pensaban que con sus instrumentos modernos podían controlar a cualquier enemigo. Nada más apartado de la realidad. Sekmet desde su posición en los controles del navío, había desactivado los rayos mortíferos. Tan pronto Adio y Ebo comenzaron a tirar sus patadas y a dominar la situación, los generales temiendo por sus vidas se rindieron. Adio ordenó que abrieran las puertas detrás de las que estaban detenidos Nassor, Kontar y sus compañeros.

Mientras, los gemelos se estaban rebanando los sesos pensando cómo iban a salir de este entuerto. Recordaban los líos en los que se metían cuando niños y cómo de una forma u otra salían ilesos. Esto no podía ser diferente ni su final. Estaban planificando qué hacer cuando de pronto y como por arte de magia, la puerta se abrió. Adio y Ebo estaban frente a ellos extendiéndoles los brazos. Los cuatro amigos se abrazaron felices, brincando de alegría.

¿Cómo llegaron aquí? —preguntó Kontar.

En naves, amigo. No íbamos a abandonarte aquí —contestó Adio.

¡Los generales del Prefarek se han rendido! —anunció emocionado Ebo.

¿De verdad? —preguntó Nassor —. ¡No puedo creerlo!

Perdón, muchachos —interrumpió Kontar—. Este es mi hermano, Nassor.

Pues son como dos gotas de agua, amigo —respondió—. Ya nos habíamos dado cuenta, ¿verdad Adio?

¡Ajá! —asintió—. Es tiempo de que nos vayamos. Los generales se rindieron, pero no sabemos nada del Prefarek.

Adio dejó encargado a Nassor y a los aliados del cuartel militar. Los pocos soldados que todavía nos se habían rendido y los generales fueron puestos en celdas para que no fueran a organizase nuevamente en contra de los rebeldes. Envió a Ebo con las naves para que fueran a la Tierra y sin ser vistos rodearan al dictador y a los miembros de la Asamblea.

Adio se teletransportó y abordó la nave de Anat. Sekmet los estaba esperando ansiosa.

¿Qué pasó? —preguntó deseosa de buenas noticias.

Todo está mejor de lo planeado —dijo Adio—. Te doy más detalles luego, cuando estemos todos.

La nave se dirigió a la Gran Mancha de Júpiter para darle las noticias con detalle a Fadil y a los padres de Sekmet.

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