Que ya voy de salida, ¿y qué?
No necesito tanto, lo sé.
En mí vive la misma niña
que cantaba canciones tristes
justo antes de dormir.
Entonces no me arrullaban princesas,
solo me acompañaba el pensamiento
de los niños hambrientos en Praga,
de los perros callejeros de mi barrio,
de mis padres dejando la vida
para darme una mejor.
Y mi soledad.
Sigo atada a los recuerdos
de mis amigas riendo, inocentes,
saltando en los charcos
bajo la lluvia a cántaros,
hablando del primer amor,
del primer beso,
que para mí tardó demasiado,
aunque la maternidad me llegó temprana
con una adultez atropellada.
Todo a destiempo.
Me llegan los años y no me acostumbro.
La idea de la muerte no me asusta.
Solo quiero vivir sin relicarios
con la mente despejada
y el cuerpo dispuesto.
De vez en cuando llorar de amor,
o reír a carcajadas con la gente que amo.
Que no maduro, que hago locuras.
Que me digan intensa, ¿y qué?
Fue así como fui creada.
¿Alguna queja?
Quéjese con el fabricante.