La Estatua de Ebano

¿Cómo es? ¿Que Aida terminó en sala de urgencias del hospital del centro? ¿Pero cómo fue eso?

Pues resulta que como Aida, además de curiosa es coquetísima, se fue a comprar ropita sexy en una de esas boutiques de moda. Miraba y miraba, con toda la calma del mundo, unos conjuntos monísimos de sostenes con tangas, mientras se imaginaba con ellos ataviada, tendida en un diván, esperando a que Marco Antonio viniera directo desde Italia y ahí mismo la poseyera como lo hacía con Cleopatra. Se paseaba de un lado a otro de la tienda, sintiéndose en su ambiente y la más rica del lugar, cuando de pronto entró una negra monumental que medía como un metro ochenta y dos, con unas tetas enormes y firmes, una cintura de avispa y un culo bomba. Bueno, lo de culo bomba es un término de propio cuño e inspiración de Aida (al menos eso piensa ella) y que se refiere a esas nalgas enormes y bien formadas que tanto le encantan a los hombres y que en un alto porcentaje son producto de la silicona.

Nada, que Aida que cuenta con unas tristes tapitas de yoyo, siente una envidia verde cada vez que se le aparece una competencia con tan temibles atributos. Como la mujer era un ejemplar digno de notar, Aida quedó estupefacta, sintiéndose pequeñita e insignificante, pero de inmediato se compuso y se quedó observando a la estatua de ébano, para encontrar en ella cualquier defecto que la pusiera en desventaja. Desde ese momento, Aida se las ingenió para colocarse en cualquier ángulo del local que hiciera fácil la observación minuciosa. Se paraba detrás de la mujer para ver si el culo bomba era original o era producto del bisturí. Se iba de frente, y agarrando una tanga la miraba por el hoyo del muslo para descubrir si las tetas estaban rellenas de silicón o eran un regalo de la naturaleza. La mujer se contoneaba rimbombante por todo el establecimiento, gozando de la admiración de la que se sabía dueña. De pronto agarró un sostén, agarró una tanga y se dirigió al probador.

Aida agarró lo primero que encontró y se fue detrás de ella. Una vez en el probador la escultural mujer se metió en uno de los cubículos y corrió la cortina. Aida, agazapada en la esquinita del probador, tenía una clara visión de lo que allí pasaba. Primero, la efigie azabache se desnudó y así en cueros se miró y admiró en el espejo, orgullosa de cada pulgada de su magnifica figura. Acto seguido se dispuso a probarse la tanga, mientras Aida la observaba. La negra ni se imaginaba que era espiada. Justo en ese instante, la dependienta entró y al descubrir a Aida le pegó un grito. Entonces, Aida que se agarra de la cortina y la tumba. La negra que se queda doblada, con una pata de la tanga puesta y enredada en la otra, se las arregla para salir del garabato y se le abalanza encima a la pobre Aida y la agarra por los pelos. Arañazos por aquí y arrancadas de pelos por allá, y la pobre Aida, que apenas mide un metro cincuenta y dos, terminó con tres costillas rotas en todo este enredo.

— Alé Aida… ¡No me digas que eres lesbiana! — pregunta Conchita en voz bien bajita en la sala de urgencias del hospital.

21 comentarios en “La Estatua de Ebano

  1. Alma Esther dijo:

    jajaja me has hecho sonreír con tu historia…bueno no todas tenemos un cuerpazo pero tenemos muchas otras cualidades y al final son las que sirven mas porque la belleza física de acaba al paso de los años.

    Gracias por visitar mi casita, feliz jueves, abrazo desde Colima , México

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    • melbag123 dijo:

      Si, mas bien la mayoria somos como Aida, normales con nuestro saborcito…jajaja Sobre la belleza fisica, como dices tu pasa con los años y nada puedes hacer. Lo que perdura es lo que eres en el Corazon. Gracias por tomarte el tiempo de leerme. No sabes cuanto lo aprecio.

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