El hombre que quiser ser. 20 (Final)

Cuando Agustín despertó estaba en el hospital. Vivian estaba sentada a su lado. Al verlo abrir los ojos, casi saltó de la alegría.

—Me diste un susto tremendo —dijo ella, tomando su mano.

—¿Qué me pasó? —preguntó él, todavía aturdido.

—Tuviste un infarto —contestó—. Sixto José me dijo que en la mañana te había despedido. Entonces me preocupé de que no habías pasado por la casa para hablar. Te llamé al teléfono y tampoco contestaste. Decidí ir a tu casa. Como no abrías la puerta, le dije al muchacho del mantenimiento que me abriera. Fue cuando te encontramos dormido y no respondías. Hace una semana que estás aquí.

—Ah, mi fiel Vivian —dijo Agustín cariñosamente—. ¿Quién hubiera dicho que seríamos tan buenos amigos?

—Ya ves, lo malo pasa y queda lo importante. Este afecto que nos unirá hasta que Dios quiera. Me alegra que estés aquí —dijo sonriendo dulcemente.

Unos pasos se escucharon en la habitación. Agustín vio una figura de mujer, borrosa por el efecto de los medicamentos y porque no tenía los anteojos puestos. Vivian se apartó y una mujer se acercó a él. Su cabello canoso estaba recogido en un moño. Algunas arrugas surcaban su rostro. Los ojos y la sonrisa eran los de ella, los de Victoria. El tiempo no había podido arrebatarle su belleza.

—¿Victoria? —preguntó incrédulo.

—Sí, soy yo —dijo ella—. He venido a verte y a estar contigo.

Agustín irrumpió en llanto. La culpa lo arropó y se le desbordó. Las dos mujeres se miraron, asombradas por este despliegue de debilidad. Victoria tomó su mano y lo dejó llorar. Vivian salió de la habitación para dejarles hablar en privado.

—Perdóname —dijo entre sollozos.

—Todo está bien —contestó ella—. Hace mucho que te perdoné. ¿Te has perdonado tú?

—No, Victoria. Yo no me he perdonado. Mírame lo que soy. Un pobre hombre viejo y solo.

—El hombre que quisiste ser…

—Es verdad. Lo que yo decidí ser. Un hombre sin mujer, porque a la única que amé la aparté de mi vida. Un hombre sin hijos porque… —afirmó. Luego hizo una pausa, mordiéndose los labios, arrepentido—. Un hombre sin familia. Un hombre sin amigos, porque los que tenía ya están muertos. Sí, como bien dices, el hombre que quise ser.

—Creo que harías bien en perdonarte. A estas alturas ya no vale la pena flagelarte. Cada cual decide su destino. Tú decidiste el tuyo. No puedes arrepentirte de ello.

—Si tuviera la oportunidad, lo haría todo de nuevo.

—Pero no la tienes. Hay que conformarse con lo que se ha vivido.

—Y tu, Victoria… ¿Te conformas con lo que viviste? ¿Has sido feliz?

—Yo sí. He sido muy feliz. Mi hijo ha sido toda mi alegría.

—Sí, supe que tuviste un hijo. ¿Se parece a ti?

—No. Se parece a ti. Tiene tus ojos. Carlos se casó conmigo sabiendo que iba a tener un hijo tuyo. Él hizo un buen trabajo con Carlos Enrique. Lo crió como si fuera suyo. Lo educó con amor, con respeto, con valores. Por eso, Agustín, debes estar en paz contigo mismo.

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Victoria acompañó a Agustín los últimos meses antes de que le sobreviniera la muerte. Vivian y ella estuvieron de acuerdo en que ni Sixto José ni Carlos Enrique, jamás sabrían qué relación tenían con él, en honor a los hombres que ellos consideraban sus verdaderos padres. Después de todo, pensaron, Agustín nunca quiso ser padre.

En su testamento, Agustín dejó todas sus posesiones a sus “ahijados”. Cuando estaban limpiando el apartamento para la venta, Sixto José miró el viejo reloj de péndulo y se dio cuenta de que estaba parado en la misma hora que su padrino había fallecido. Cuando iba a desecharlo, Carlos Enrique lo detuvo.

—Déjame quedarme con él. Es una reliquia. Tal vez pueda volver echarlo a andar.

16 comentarios en “El hombre que quiser ser. 20 (Final)

  1. El descubrimiento del amor dijo:

    wow! que historia, me hiciste vivirla totalmente, fue inevitable que no se me aguaran los ojos, mi sensibilidad conectada con mis experiencias y con tus letras, sabes, considero que nunca es tarde para cambiar una decision mientras haya tiempo…vida, pero si igual no la tomamos, debemos igual vivir, tratar de hacer todo de la mejor manera, resarcir nuestros errores con nosotros mismos, porque más que el daño que le hayan causado a Victoria, Tino cargaba con mucho dolor haciéndose daño el mismo, jamás es tarde para darnos cuenta que si bien no pudimos hacer algo, tenemos un hoy que podemos vivir, amar, sentir de la mejor forma con ese algo que no pudimos hacer y seguir trabajando por lograrlo algun dia, asi las esperanzas se vean perdidas, asi parezca un imposible, porque creo que la vida debe ser usada para ello, para luchar por lo que en verdad amamos….la vida sin sentir no vale nada, que tristeza darnos cuenta de ello antes de morir, darnos cuenta que todo lo que vivimos fue vacío, que desperdiciamos nuestra vida, como digo, no todo lo hacemos bien…pero tenemos que vivir y luchar por lo que más nos llena….Un abrazo inmenso.

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  2. icástico dijo:

    ¡Qué buena eres, condenada! ¡Cómo juegas con nuestros corazones!…pero te lo perdono todo, maestra, que me tienes rendido a los pies de un miserable portatil al que hace digno historias como las tuyas. Un besazo.

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